sábado, 13 de julio de 2013

Sudamérica se planta ante el espionaje de Estados Unidos

Brasil, Argentina, Uruguay y Venezuela llaman a consultas a sus embajadores en Madrid, París, Roma y Lisboa

 

Los presidentes Morales, Fernández, Mujica, Rousseff y Maduro este viernes. / Matilde Campodonico (AP)
 
Hacía mucho tiempo que las relaciones entre Sudamérica y los países europeos no se tensaban tanto. Los miembros de Mercosur (Argentina, Brasil, Uruguay y Venezuela) han acordado en una cumbre llamar a consultas a sus embajadores en España, Francia, Italia y Portugal para que informen sobre las decisiones que obligaron a desviar a Viena (Austria), donde el pasado día 2 quedó varado 13 horas, el avión presidencial del boliviano Evo Morales. Esa ha sido, de momento, la respuesta diplomática conjunta de todos los países del Mercado Común del Sur –excepto Paraguay, que se encuentra suspendido desde el año pasado—a la actuación de varios Gobiernos europeos que actuaron bajo la sospecha de que el exanalista estadounidense Edward Snowden viajaba en el avión oficial de Morales.
Los cuatro países de Mercosur ratificaron en un comunicado el “firme repudio” a las acciones de los cuatro Gobiernos europeos por “no permitir el sobrevuelo ni aterrizaje de la aeronave”. Este hecho fue calificado como un acto “infundado, discriminatorio y arbitrario”, además de “una práctica neocolonial” y un “acto insólito, inamistoso y hostil, que viola los derechos humanos y afecta la libertad de tránsito, desplazamiento e inmunidad” de la que “goza todo jefe de Estado”.
La decisión de llamar a consultas a los embajadores se tomó durante la XV cumbre de Mercosur celebrada el viernes en Montevideo. Los miembros del bloque económico respaldaron la denuncia que presentó Bolivia ante la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, “por la grave violación de los derechos fundamentales del presidente Evo Morales”. Y decidieron llamar a sus embajadores en los cuatro países europeos para “ponerlos en conocimiento” de ese apoyo a la denuncia de Morales.
Los países de Mercosur también emitieron otro comunicado en el que condenaron “las acciones de espionaje por parte de agencias de inteligencia” de Estados Unidos y rechazaron “enfáticamente” la intercepción de las telecomunicaciones y las acciones de espionaje. Nada más aterrizar en Motevideo, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, señaló: “Cualquier acto de espionaje que viole los derechos humanos, y sobre todo el derecho básico de la intimidad, y atente contra la soberanía de las naciones, merece ser condenado por cualquier país que se considere democrático”
La semana pasada el diario O Globo publicó un artículo basado en informaciones reveladas por Snowden donde se afirmaba que Estados Unidos espió a Brasil y a otros 13 países latinoamericanos, a través de sus agencias Central de Inteligencia (CIA) y Nacional de Seguridad (NSA, según sus siglas en inglés). El espionaje se produjo entre 2008 y el primer trimestre de este año. Entre las comunicaciones intervenidas había llamadas telefónicas, correos electrónicos y conversaciones de voz por Internet. El país más vigilado resultó ser Brasil, seguido por Colombia y en tercer lugar, México, según las citadas informaciones. También cayeron bajo las redes de vigilancia Ecuador, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Paraguay, Chile, Perú, Argentina y Venezuela.
El martes pasado, la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, declaró: “Me corre frío por la espalda cuando fui el otro día a Bolivia y vi que un presidente hermano había sido detenido durante 13 horas como si fuera un ladrón; me corre frío por la espalda cuando nos enteramos que nos están espiando a todos a través de sus servicios de informaciones en Brasil”.
Pero más allá del espionaje y su repudio, ahora mismo la verdadera patata caliente se llama Edward Snowden. El presidente Barack Obama ya ha advertido que cualquier país que lo acoja lo pagará caro. Las advertencias o amenazas desde la Casa Blanca hacia los diversos Gobiernos han debido ser tan convincentes que ni Rusia se atrevió a prestarle asilo al fugitivo. En América Latina, sin embargo, se han ofrecido Bolivia, Nicaragua y Venezuela.
Respecto a la posible acogida a Snowden, los países de Mercosur repudiaron, sin citar expresamente a la Casa Blanca, “las acciones que puedan menoscabar la potestad de los Estados de conceder” el derecho de asilo, y rechazaron “todo intento de presión, hostigamiento o criminalización de un Estado” “sobre la decisión soberana de cualquier nación de conceder” ese derecho.

Snowden promete guardar silencio para entrar en Rusia

El exanalista se compromete a no dañar los intereses de EE UU, como le exigía el Kremlin

El estadounidense denuncia una "campaña ilegal" de Washington para evitar que obtenga asilo

 

Edward Snowden, en su reunión con activistas en el aeropuerto moscovita. / REUTERS
 
Casi tres semanas ha tardado Edward Snowden en aparecer ante el mundo. El analista informático que desveló el espionaje masivo de Estados Unidos se reunió ayer con un grupo de activistas defensores de derechos humanos en la terminal del aeropuerto moscovita de Sheremétievo. Poco después salieron a la luz las palabras e incluso imágenes del filtrador. “La decisión moral de hacer público el espionaje que nos afecta a todos ha tenido un precio, pero era lo que había que hacer. No me arrepiento”, dijo Snowden a sus interlocutores, según una transcripción de su intervención difundida por Wikileaks.
Snowden explicó que pediría asilo en Rusia con la idea de saltar desde allí a América Latina, donde varios países se han ofrecido a acoger al analista acusado en Estados Unidos de desvelar el programa de espionaje masivo a Gobiernos y ciudadanos puesto en marcha por EE UU.
Snowden se ha comprometido a no dañar los intereses de Estados Unidos, según el diputado ruso Viacheslav Níkonov. Esa era precisamente la condición que puso el presidente ruso, Vladímir Putin, para conceder asilo al filtrador. “Ha anunciado que conoce la condición y que le ha resultado fácil aceptarla. No tiene intención de causar daño a EE UU porque es un patriota de su propio país”, dijo Níkonov.
Tatiana Lochkina, de Human Rights Watch, dijo haber recibido una llamada telefónica de la Embajada de EE UU. El embajador Michael McFaul le pidió que le hiciera llegar un mensaje a Snowden. “La posición de las autoridades americanas es que [Snowden] no es un defensor de los derechos humanos”, dijo Lochkina citando al diplomático de EE UU. “[Snowden] ha violado la ley y por eso debe comparecer ante la justicia”, añadió. El embajador, sin embargo, contactó con la revista New Yorker para negar la mencionada conversación con Lochkina.

Las peticiones de asilo

El exanalista estadounidense ha pedido supuestamente asilo a 27 países, de los que se conocen 21. Además de Cuba, que ha recordado el derecho soberano de los países a otorgar el asilo, los otros países son:

Los que se han mostrado receptivos.
Nicaragua, Venezuela y Bolivia. Rusia también mostró su acuerdo, pero con una condición: que Snowden dejase de perjudicar a EE UU.
Los que han rechazado formalmente la petición. India, Francia, Polonia, Alemania y Brasil. Este último país aseguró que ni siquiera leería la petición.
Los que la han rechazado por defecto de forma. España, Holanda, Austria, Italia, Ecuador, Islandia, Finlandia y Noruega. La objeción ha sido casi siempre la misma: la petición ha de hacerse en persona desde la frontera o en el propio territorio nacional.
Los que han rehusado hacer comentarios. China e Irlanda. Ninguno de los dos países explica si han recibido petición de asilo. El ministerio irlandés de Exteriores ha afirmado que "no comenta casos individuales".
Los que niegan haber recibido la solicitud. Suiza. La confederación helvética mantiene que en ningún momento ha recibido una petición formal de Snowden para asilarse.
En medio de una abrumadora expectación mediática, Snowden fue trasladado en autobús desde la terminal donde se encontraba hasta la sala en la que mantuvo una reunión con 13 defensores de derechos humanos y conocidos abogados, a los que se había dirigido por carta.
En su mensaje, Snowden denunció además “la campaña de persecución” que ha desatado en su contra el Gobierno de Estados Unidos y que tiene como fin impedir que pueda ejercer su “derecho a buscar asilo”. En su comunicado Snowden agradece a los países que le han ofrecido asilo —Rusia, Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador entre otros— y lamenta que algunos países “hayan conspirado para obligar a un avión presidencial [el del boliviano Evo Morales] a aterrizar para buscar a un refugiado político”. Esto “constituye una amenaza no solo a la dignidad de América Latina o mi propia seguridad, sino también al derecho elemental compartido por toda persona de vivir libre de persecución”.
Snowden ha estado supuestamente en la zona de tránsito internacional de una de las terminales del aeropuerto desde el 23 de junio, cuando llegó en un vuelo de Aeroflot procedente de Hong Kong. El exanalista ha pedido asilo a 27 países.
A primera hora de la tarde, más de un centenar de periodistas estaban ya a la espera en el área adyacente a la zona de tránsito. Antes de participar en la reunión, el diputado de la gubernamental Rusia Unida declaró ante los reporteros que “Snowden no puede ser entregado”, que su situación debe ser “resuelta según la legislación internacional” y que, si pidiera asilo a Rusia, “tendría derecho a recibirlo”. El abogado Guénrij Reznik coincidió en que Snowden tendría “derecho a recibir asilo en Rusia” si lo pidiera. Según él, su situación encaja con “los criterios establecidos por la Constitución rusa”.
Entre los personajes que el estadounidense ha invitado a Sherermétievo, donde ningún periodista ha logrado hasta ahora verle ni contactar con él, figuran Vladímir Lukín, Defensor del Pueblo, y activistas de Human Rights Watch, de Transparencia Internacional, de Amnistía Internacional y varios conocidos abogados rusos.
El ministro ruso de Justicia, Alexandr Konoválov, aseguró que la cita de Snowden con los activistas no supone ninguna violación del derecho internacional. “Me parece que en el mismo hecho de la reunión no hay ninguna violación ni a las leyes rusas ni a las convenciones internacionales. ¿Dónde está la violación? A la gente se le permite entrar en esa zona (de tránsito del aeropuerto) y a él se le permite estar allí”, precisó el ministro de Justicia.
Amnistía Internacional reiteró su apoyo al exanalista. “Seguiremos presionando a los gobiernos para garantizar que se respetan sus derechos. Esto incluye el derecho incuestionable a reclamar asilo donde quiera”.

Washington advierte a Moscú que no sea “plataforma de propaganda” de Snowden

La actuación del ex analista de espionaje amenaza también con provocar una tormenta diplomática entre EE UU y América Latina

 

Edward Snowden. / TANYA LOKSHINA (AFP)
 
A las múltiples consecuencias que ha tenido ya para Estados Unidos la actuación de Edward Snowden, pueden sumarse en breve serios problemas diplomáticos con Rusia y América Latina, los dos lugares mencionados por el ex analista de espionaje para establecerse. En el caso de Rusia, al que la Casa Blanca ha advertido hoy viernes claramente que no se preste a ser “plataforma de propaganda” de Snowden, se trata de un aliado imprescindible para la seguridad internacional. América Latina, por su parte, es la región sobre la que Washington tiene una influencia más directa y una de sus principales áreas de intercambio comercial.
En términos duros, el portavoz de la presidencia, Jay Carney, ha señalado que “ofrecerle una plataforma de propaganda [a Snowden] no se corresponde con la neutralidad que Rusia había prometido” mantener desde que el huido se instaló en la zona de tránsito del aeropuerto de Moscú. “Snowden está buscado por la justicia de EE UU, que lo ha acusado de delitos muy graves, y debe regresar a este país para ser juzgado. Esta es una petición que hemos hecho a todos los Estados, incluido Rusia, y que esperamos que se cumpla”, ha dicho Carney.
La Administración norteamericana ha desplegado todos sus esfuerzos para evitar que esta situación escale hasta una crisis mayúscula con Rusia. El propio Barack Obama se ha implicado en esa labor con una llamada telefónica que ha realizado durante la tarde con el presidente ruso, Vladimir Putin. Otros muchos contactos, con la intensidad y el sentido de urgencia del viejo teléfono rojo, se han producido en las últimas horas.
Hace ya un mes que el caso Snowden interfiere en la diplomacia de Obama como no se recuerda desde hace décadas. Ese asunto oscureció la reciente gira del presidente por Europa, incluida una cumbre del G-8 y un discurso que pretendía ser histórico ante la Puerta de Brandenburgo, en Berlín. Ahora, si no se le encuentra una solución, que no parece sencilla, puede interponerse, nada menos, que en la negociación sobre el desarme nuclear y en una importante reunión del G-20.
Hace ya un mes que el caso Snowden interfiere en la diplomacia de Obama como no se recuerda desde hace décadas. Ese asunto oscureció la reciente gira del presidente por Europa y si no se le encuentra una solución puede interponerse, nada menos, que en la negociación sobre el desarme nuclear y en una importante reunión del G-20
Todo eso está planificado para el próximo mes de septiembre. Obama tiene previsto viajar primero a Moscú para una visita oficial a Rusia en la que se preveía abordar las recientes propuesta de la Casa Blanca sobre la reducción de los arsenales atómicos, y después a San Petesburgo para una cumbre de la organización multinacional en las que están representados los principales intereses internacionales en estos momentos, incluida la ralentización económica mundial.
Ambos acontecimientos pueden estar en peligro o seriamente afectados si Snowden sigue para entonces en Moscú. Es difícil imaginar cómo puede Obama coincidir en Rusia con el hombre que ha desvelado sus secretos sin que eso, como mínimo, se convierta en el principal motivo de atención de los medios de comunicación.
La alternativa que ayer pareció sugerir Snowden es la de una breve estancia en Rusia, hasta que encuentre una forma de viajar a América Latina, donde algunos países le han ofrecido asilo. Pero tampoco esa opción es aceptable para EE UU ni parece muy viable. La Administración norteamericana no ha ocultado que ha hecho saber a los Gobiernos del continente que la concesión de refugio a quien es considerado aquí un delincuente tendría importantes consecuencias.
Los países que se han declarado dispuestos a recibirle son Venezuela, Bolivia y Nicaragua, los tres con malas relaciones políticas con Washington pero con vínculos económicos que no son desestimables. EE UU importa 900.000 barriles diarios de Venezuela, que representa al menos una tercera parte de la producción de ese país, que sufre actualmente graves problemas de desabastecimiento de productos básicos. Bolivia disfruta de ventajas comerciales que EE UU concede a los países andinos, lo mismo que le ocurre a Nicaragua, uno de los países más pobres de la región, dentro del bloque de preferencias otorgadas a los centroamericanos.
Ningún otro país latinoamericano –cinco de ellos unidos a EE UU por tratados bilaterales de libre comercio- se van a arriesgar a entrar en un conflicto con Washington por Snowden. Pero si el fugitivo acaba recalando en cualquiera de los tres anteriores y EE UU adopta medidas de represalia, se expone a una tormenta de críticas y acusaciones que, inevitablemente, van a empañar unas relaciones que ahora avanzan hacia la colaboración política y el intercambio económico.

Internet, democracia e imperio

los ciudadanos deberán obligar a las empresas de comunicación a elegir a quién quieren servir, a los Estados o a ellos

 

 
¿Es Internet una herramienta de liberación o de opresión? Hasta las revelaciones de Edward Snowden, hemos podido vivir en el, al parecer, feliz malentendido de que la combinación de Internet y las redes sociales habían concedido a los individuos una capacidad de organización y actuación prácticamente ilimitada. Las redes sociales, nos han venido diciendo, no solo nos empoderan socialmente sino que ponen a nuestro alcance una poderosísima herramienta política. Twitter y Facebook, aunadas a la capacidad de Google para diseminar en tiempo real un increíble volumen de información de un extremo a otro del planeta, se habrían convertido en las nuevas armas con las que la ciudadanía podría controlar el poder y, eventualmente, resistirse a la tiranía. Como lo fueron en su momento la imprenta, la radio o la televisión, Internet ofrecería hoy a los ciudadanos la capacidad de zafarse de cualquier forma de autoridad política monopolística y autoritaria. Esta es, a grandes rasgos, la que podríamos describir como la visión horizontal, o libertaria, de la tecnología. Y aunque a veces exagerada, como el caso de las supuestas revoluciones de Twitter en Túnez o Egipto, que nunca fueron tal, esta visión contenía elementos suficientemente robustos como para albergar una esperanza razonable de que la tecnología y la democracia podían estar sólidamente aliadas.
Pero tras Snowden nos vemos obligados a conceder mayor verosimilitud a la visión contraria, que podríamos llamar autoritaria o vertical. Porque, por mucho que antes sospecháramos (recuérdense las revelaciones sobre la red Echelon) ahora sabemos que mientras millones de ciudadanos usan despreocupadamente Internet y las redes sociales, una serie de Estados han adquirido la capacidad de controlar verticalmente esa red y su contenido.
La línea de defensa de las autoridades estadounidenses se ha centrado en: uno, asegurar que la capacidad de escucha solo se refiere a los llamados metadatos, es decir que no hay control de contenidos sino solo de flujos; dos, que solo hay acceso excepcional y bajo estricto control judicial a los contenidos completos de la información, como viene ocurriendo tradicionalmente con las escuchas telefónicas; y, tres, aunque a los demás nos sirva de poco, que los objetos de esta vigilancia nunca han sido ciudadanos estadounidenses dentro de Estados Unidos.
Sin embargo, esta versión edulcorada parece tener muy poco de cierto. Las revelaciones de Snowden a la revista Cryptome apuntan a que el acceso por parte de los servicios de inteligencia a los cables submarinos por los que transitan los datos de Internet permite a estos servicios tener un acceso completo a todos los contenidos que transitan por la red, siendo el único problema la capacidad de almacenamiento y procesamiento, que hoy por hoy se situaría en 72 horas, después de lo cual se procede al borrado. Teniendo en cuenta la velocidad a la que aumenta la capacidad de almacenamiento y procesamiento, es lógico suponer que esa barrera de las 72 horas se irá ampliando progresivamente sin gran dificultad. Así pues, si se sabe lo que está buscando, el acceso sería completo, lo que incluye desde las comunicaciones de los individuos a sus expedientes médicos, todo.
El análisis de estos hechos puede plantearse en dos ámbitos: el de los ciudadanos (tecnología y democracia) y el de los Estados (tecnología e imperio). En el primero debemos comenzar a pensar seriamente cómo controlar más eficazmente a esas grandes multinacionales de la comunicación social ya que, aunque nos empoderan horizontalmente, también están al servicio de aquellos que nos quieren controlar. Si quieren asegurar su libertad, los ciudadanos deberán obligar a esas empresas a elegir a quién quieren servir, a los Estados o a ellos, y mostrar claramente las garantías con la que harán.
En el segundo, el de los Estados, nos obliga a cuestionarnos hasta qué punto es verdad que el ascenso de los países emergentes suponga una igualación del poder de los Estados y, en paralelo, el fin de la hegemonía estadounidense. ¿De verdad vamos a un tipo de mundo donde EEUU es solo un poder más? ¿O más bien estamos ante la capacidad de EEUU de perpetuar su posición hegemónica sobre la base de una capacidad tecnológica-militar netamente superior a cualquier competidor? La horizontalidad de los Estados, al igual que la de los ciudadanos, también podría ser otra quimera.
Desde tiempo inmemorial, la autoridad política ha estado estructurada de manera que, hacia dentro, unos pocos han gobernado a otros muchos mientras que, hacia fuera, el sistema internacional se ha organizado de forma jerárquica con un pequeño centro de poder y una gran periferia. En los dos casos, la dominación se ha basado en la superior capacidad tecnológica ¿Por qué iban a ser las cosas diferentes ahora?
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Exclusión y Tamarod

Morsi fracasó en Egipto por conducir un gobierno incompetente y excluyente

 

 
Tamarod –“rebélate” en árabe– es el nombre que se dieron en abril, según se cuenta, cinco jóvenes egipcios para recolectar 15 millones de firmas pidiendo elecciones anticipada al Gobierno de Mohamed Morsi para el 30 de junio, primer aniversario de su elección. Contando con las redes sociales se dice que llegaron a recolectar 22 millones de firmas. Todo acabó en el golpe militar de la semana pasada y en un impresionante índice inicial de 94% de aprobación al Ejército. Es obvio que en la expansión acelerada del Tamarod podrían haber tenido algo que ver no sólo los militares sino gente vinculada a Mubarak. Pero el hecho es que el 30 de junio era evidente el masivo descontento de un país que decía “basta”. Lo demás es historia conocida. En los intensos tres días que siguieron, el Gobierno se hundió.
¿Qué había pasado? Egipto no es el único lugar del mundo en que la incompetencia de un gobierno lanza a la gente a las calles produciendo una eclosión social que lo acaba haciendo colapsar. Lo ocurrido, sin embargo, tiene varias particularidades de las que se desprenden algunas reflexiones que pueden ser útiles no sólo para el mundo árabe.
El país más poblado del mundo árabe es difícil de gobernar porque está formado por un crisol de opciones e identidades
Morsi fracasó por conducir un Gobierno incompetente y excluyente. Cuando fue elegido hace un año contó con el 52% de los votos, recibiendo el apoyo de amplios sectores sociales. No sólo de los seguidores de los Hermanos Musulmanes, cuyo capital era la imagen de ser la estructura más organizada y competente del país. El país, con razón, lo prefirió frente a su rival, un oficial de la Fuerza Aérea identificado con Mubarak.
El país más poblado (84 millones) del mundo árabe es difícil de gobernar. Poblado por un abanico complejo, que va de islamistas radicales hasta una clase media seglar y occidentalizada, pasando por cristianos coptos e islamistas chiíes. En ese crisol de opciones e identidades, la clave estaba –y está– en la capacidad de promover –o no– una política de inclusión e integración. Después de la elección todo parecía empezar bien, y la popularidad de Morsi llegó al 80%. En menos de un año, la esperanza se desvaneció.
Pero los meses que siguieron fueron un desastre. Tanto por el deterioro acelerado de la economía como por la sucesión de decisiones y gestos gubernamentales para establecer un régimen político caracterizado por la exclusión y el sectarismo. El factor económico fue, por supuesto, un detonante de la protesta social y, en especial, de la juventud, para la cual el índice de desempleo llega ahora al 40%. Telón de fondo: creciente inflación y la escasez. Hasta allí la protesta egipcia no tiene mayor diferencia con lo que ocurriría cualquier otra parte.
Tras el golpe, los islamistas radicales podrían adoptar la tesis de que no es posible llegar al gobierno por medios democráticos
Lo decisivo, sin embargo, parece estar en que cuando la rueda gubernamental se puso a marchar, prevaleció una concepción sectaria y excluyente del poder que amenazaba con la islamización de toda la sociedad, y que no correspondía a una democracia plural e inclusiva: desde una nueva Constitución “monocolor”, aprobada sin asomo de consenso nacional, el anuncio en noviembre de no acatar las decisiones de la Corte Suprema hasta reservar las posiciones claves del Estado para miembros de la Hermandad. Eso empujó al país hacia la polarización. El golpe militar, dado en nombre de la “reconciliación nacional”, la ha agudizado. La inestabilidad y los muertos a diario parecen llevar el país al borde de la guerra civil.
Lo ocurrido es preocupante no sólo para Egipto, sino para el resto del mundo árabe. Los islamistas radicales podrían nutrirse de esta experiencia para afirmar la tesis de que por medios democráticos es imposible acceder al gobierno, ya que de inmediato viene un golpe de Estado. Y, contrario sensu, buscar legitimar la violencia y el terror como único camino.
Esto, sin embargo, va más allá del mundo árabe. Aun en contextos étnica y religiosamente menos complejos, como los de América Latina, es clave que los gobernantes tomen nota de la potencialidad movilizadora y de explosión social que pueden generar las señales de exclusión desde el poder. En un contexto de democratización regional como el actual, la autopercepción de derechos se va extendiendo y generalizando. La inclusión ya no sólo es una buena idea, es un derecho. Grave error olvidarlo.
Diego García-Sayán es presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.